Dificultades para manejar preocupaciones constantes, miedos nocturnos o ansiedad de separación.
Rabietas frecuentes, dificultades para seguir normas o agresividad.
Problemas de atención, aprendizaje o conflictos con compañeros.
Sentimientos de inseguridad, miedo al fracaso o dificultad para relacionarse con otros.
Dificultad para expresar tristeza, enojo o frustración de manera saludable.
Duelos, divorcio de los padres, mudanzas o llegada de un nuevo hermano.
Problemas para hacer amigos, aislamiento o rechazo en grupos.
Conflictos en el hogar, tensiones con hermanos o problemas de comunicación con los padres.
Situaciones de abuso, bullying o eventos impactantes que afecten su bienestar.
Cada niño o niña es único, por lo que adaptamos la terapia a sus necesidades. A través de un enfoque flexible y creativo, promovemos la expresión de sus emociones y el abordaje de sus preocupaciones de manera saludable. Nuestro objetivo es que se sientan comprendidos y cuenten con herramientas para desarrollar su bienestar.
Además, te brindaré orientación y estrategias para que te sientas más seguro en tu rol de cuidador, creando un entorno familiar que favorezca la comunicación, la confianza y el crecimiento.
Mi objetivo es proporcionar un espacio seguro y de apoyo donde mis clientes puedan explorar sus emociones, resolver conflictos y alcanzar un mayor bienestar emocional. Con más de 10 años de experiencia en el campo de la psicología clínica, he trabajado con una variedad de problemas emocionales y trastornos mentales, incluyendo ansiedad, depresión, estrés postraumático, trastornos de la alimentación y problemas de relación.
Si notas que tu hijo o hija se muestra ansioso, retraído, con cambios en su comportamiento o dificultades para expresar lo que siente, la terapia puede ser un espacio seguro donde se sienta comprendido y apoyado. A través de la terapia, se les brinda un entorno donde pueden explorar lo que les preocupa sin presiones ni juicios, ayudándolos a desarrollar confianza y herramientas para afrontar sus miedos.
Muchas veces, los cambios en el comportamiento no son un problema en sí mismos, sino una forma en la que los niños expresan lo que no pueden verbalizar. En vez de verlo como “mala conducta”, es importante preguntarnos: ¿Qué está tratando de comunicar mi hijo con su actitud? ¿Cómo puedo ayudarle a sentirse seguro para expresar lo que le pasa de una manera sana?
Pedir ayuda no es señal de debilidad, sino una oportunidad para brindar apoyo en el desarrollo emocional de tus niños o niñas y fortalecer la relación con ellos.
El papel de los padres es crucial en la terapia infantil. La terapia no busca “corregir” al niño, sino comprenderlo y ayudarlo a desarrollar herramientas emocionales saludables. Esto incluye orientar a los padres y darles también a ellos herramientas comunicativas para desarrollar una relación más sana con sus hijos.
Los niños aprenden sobre el respeto y la empatía a partir de lo que ven en su entorno. En terapia, trabajaremos juntos para encontrar maneras de comunicarnos con ellos desde la comprensión, validando sus emociones y escuchándoles, en lugar de esperar que sean solo ellos quienes cambien sus comportamientos problemáticos. Los cambios en las relaciones siempre deben ser recíprocos, y la relación padres-hijos no es la excepción.
La terapia infantil no se trata solo de trabajar con los niños y niñas, sino también de ayudar a los padres a construir un ambiente más saludable y amoroso para su desarrollo.
Es natural que los niños experimenten emociones intensas durante la terapia, especialmente si están enfrentando situaciones difíciles. En estos casos, el enfoque no es forzarlos a hablar, sino crear un espacio seguro donde puedan procesar sus sentimientos a su propio ritmo.
La terapia no es un lugar de exigencia, sino de comprensión. Si un niño o niña llora o se muestra retraído, en lugar de ver esto como una barrera, lo entendemos como parte del proceso de sanación, y una forma en que nos está comunicando algo que debemos descubrir para poder ayudarle.
Es fundamental que la terapia no se perciba como una corrección o un castigo, sino como un espacio de apoyo y bienestar. Muchas veces, los niños sienten que algo "está mal en ellos" si son llevados a terapia, por lo que es importante cómo se les presenta esta experiencia.
El lenguaje que usamos con los niños importa. En lugar de decir "te llevaremos a terapia porque te portas mal", podrías decir "vamos a un lugar donde nos ayudarán a entender tus emociones y sentirte mejor".
Los niños y niñas aprenden más de lo que ven que de lo que les decimos. Si los padres normalizan la terapia como un recurso valioso para su propio bienestar, sus hijos la verán de la misma manera. Puedes compartir con tu hijo que tú también buscas maneras de sentirte mejor, ya sea a través de terapia, actividades que disfrutas o momentos de reflexión.
Si un niño ve que sus padres también priorizan su salud emocional, no lo interpretará como una imposición, sino como una parte natural del autocuidado. Decir frases como "Yo también hablo con alguien para aprender sobre mis emociones y sentirme mejor" le dará confianza y le mostrará que está en un camino compartido y positivo.
Los avances pueden ser sutiles al principio, pero con el tiempo notarás cambios positivos en la actitud y bienestar de tu hijo.
El éxito de la terapia no solo se mide en cambios de comportamiento, sino en el bienestar emocional del niño y en la manera en que la familia logra acompañarlo con empatía y amor.